Un balcón da sombra a la escalera y por un ventanuco negro se filtra el aire tibio. Cables de alumbrado público recortan un portal donde Tyulpanova ha dejado herrumbrada la bicicleta de su infancia.

Hay sin duda una vocación ecdótica y perdularia en estas acuarelas (con breves reminiscencias de Romanticismo y raíces en el Realismo más crudo del viejo Courbet), habitantes de un sugestivo y despoblado universo cotidiano.

Su paleta y un pincel oniromante nos inundan de melancolía, ese placer cardinal silencioso y solitario que dan los años.

Una porción desmesurada de cada pintura está casi vacía, no hay narrativa alguna, porque la obra de Anna sabe concentrar en un pequeño Aleph ese perfume familiar que nos convoca y nos define.

El balcón, el portal, la escalera hablan de nosotros. De lo que hemos sido.

A balcony shades the staircase, and warm air filters through a narrow black window. A streetlight pole is drawn over the arch of a portal where Tyulpanova has abandoned her childhood bicycle.

There is undoubtedly a wandering and ecdotic vocation in these watercolors (with brief reminiscences of Romanticism, and roots in the crumbly Realism of old Courbet), inhabitants of a suggestive and depopulated everyday life.

Her palette and dreamlike brush fill us with melancholy, that silent and solitary cardinal pleasure of time gone by.

A huge surface of each painting is a nearly empty space, with no narrative effects, because Anna's work knows how to concentrate in a small Aleph that familiar perfume that summons and defines us.

The balcony, the bike, the window are us. They are what we have been.